NOTA: PARTE DE UNA SERIE DE TRABAJOS PARA DIFUSION DE LAS VIDAS DE LUCHADOR@S SOCIALES Y SUS IDEAS REVOLUCIONARIAS... UN@S EN ESTE BLOGY OTR@S EN TAIMABOFFIL´S BLOG de WORDPRESS..
Camilo Torres Restrepo.
Presbítero católico colombiano, prototipo del cura guerrillero y pionero de la teología de la liberación, este sacerdote fue adalid de esa estrategia triunfante que permitió a la Iglesia de Roma neutralizar en América los componentes materialistas y ateos de la izquierda revolucionaria de quinta generación, mediante la infiltración y el empeño en «bautizar» hasta el guevarismo, en los años previos a la descomposición final de la Unión Soviética, asegurando así la continuidad y el vigor de la presencia cristiana y católica en las democracias capitalistas hispanoamericanas tras el freno a la expansión de la «revolución latinoamericana». Como algunos revolucionarios marxistas vieron en Camilo Torres un táctico compañero de viaje, no es de extrañar que todavía hoy cierta izquierda extravagante le guarde alta consideración, reconocimiento que no se ha hecho público aún dentro de la propia organización clerical a la que sirvió (que ni siquiera le tiene abierta causa de beatificación).
Presbítero católico colombiano, prototipo del cura guerrillero y pionero de la teología de la liberación, este sacerdote fue adalid de esa estrategia triunfante que permitió a la Iglesia de Roma neutralizar en América los componentes materialistas y ateos de la izquierda revolucionaria de quinta generación, mediante la infiltración y el empeño en «bautizar» hasta el guevarismo, en los años previos a la descomposición final de la Unión Soviética, asegurando así la continuidad y el vigor de la presencia cristiana y católica en las democracias capitalistas hispanoamericanas tras el freno a la expansión de la «revolución latinoamericana». Como algunos revolucionarios marxistas vieron en Camilo Torres un táctico compañero de viaje, no es de extrañar que todavía hoy cierta izquierda extravagante le guarde alta consideración, reconocimiento que no se ha hecho público aún dentro de la propia organización clerical a la que sirvió (que ni siquiera le tiene abierta causa de beatificación).
Nació Jorge Camilo Torres Restrepo en Bogotá, el 3 de febrero de 1929, en el seno de una familia burguesa (hijo del afamado médico Calixto Torres Umaña y de Isabel Restrepo Gaviria). Vive sus primeros años en Europa (entre 1931 y 1934), y a partir de 1937, tras el divorcio de sus padres, en Bogotá con su madre, junto con su hermano Fernando Torres Restrepo [quien llegaría a ser reconocido médico, Profesor de Neurofisiología de la Universidad de Minnesota]. Realiza los estudios primarios en el Colegio Alemán, y los de secundaria en la Quinta Mutis de Bogotá. En 1946 se gradúa de bachiller en el Liceo Cervantes, y tras iniciar los estudios de derecho en la Universidad Nacional de Colombia, una firme vocación tardía –fenómeno casi epidémico en los años siguientes al final de la Segunda Guerra Mundial– le determina a abrazar el estado eclesiástico, ingresando en el Seminario Conciliar de Bogotá, donde permanece siete años, hasta ordenarse sacerdote católico en 1954.
Enviado a la Universidad Católica de Lovaina, cursa allí estudios de Sociología (se gradúa en 1958 como sociólogo con el trabajo Una aproximación estadística a la realidad socioeconómica de Bogotá, publicado en 1987 como La proletarización de Bogotá), y entabla en Bélgica relaciones con la Democracia Cristiana, en los años previos al Concilio Vaticano II, mientras menudeaban los debates sobre las virtudes y los riesgos del diálogo cristiano marxista, cuando en plena Guerra Fría se fraguaba el Conflicto chino soviético.
Vuelto en 1959 a América es nombrado Capellán auxiliar de la Universidad Nacional de Colombia. En 1960, junto con Orlando Fals, instaura en esa Universidad los estudios de Sociología, de los que fue profesor. Funda el Movimiento Universitario de Promoción Comunal (MUNIPROC), y ejercita la acción social en barrios populares y obreros de Bogotá, como el barrio Tunjuelito. Como Capellán universitario fue activo defensor de las reformas revolucionarias que introdujo el Concilio Vaticano II, como que el sacerdote actuara en la misa de frente al público, sin dar la espalda a su rebaño, o decir la misa en español, una vez consumado el abandono del latín buscando una mayor participación de los católicos en sus rituales. Colabora con el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (INCORA) y con la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) de Colombia.
Pero al Arzobispo de Bogotá, recién creado Cardenal, Luis Concha Córdoba (1891-1975), le parece excesivo el activismo del Capellán Camilo Torres, y le pide que renuncie a sus actividades en la Universidad Nacional, encomendándole en 1962 la cura de almas en la Parroquia de Veracruz.
En 1963 preside el Primer Congreso Nacional de Sociología, celebrado en Bogotá, al que presenta su estudio La violencia y los cambios socioculturales en las áreas rurales colombianas. En 1964 publica La desintegración social en Colombia está gestando dos subculturas. Es relevado oficialmente de su puesto de vicario-coadjutor de la parroquia de Veracruz. Participa activamente en el VII Congreso Latinoamericano de Sociología y se reincorpora a la Facultad de Sociología en calidad de profesor asociado. Promueve la creación de la Cooperativa de Desarrollo Comunal del Yopal.
A comienzos de 1965 su Cardenal Arzobispo le nombra miembro de la Comisión Arquidiocesana de Sociología Religiosa. En una intervención en Medellín propugna la unión y organización de la juventud mediante una Plataforma para un movimiento de unidad popular. Presenta en la Universidad de Bogotá la Plataforma del Frente Unido del Pueblo colombiano y pide a los estudiantes organizarse para luchar «con armas iguales» contra las fuerzas del orden, encabezando una marcha silenciosa hasta el Cementerio Central en homenaje al estudiante caído. Logra una vertiginosa presencia política: conferencias en Manizales, Cartago, Pereira, Ibagué, Medellín y Bogotá. Participa en Lima en el II Congreso Bolivariano de desarrollo de la comunidad.
En julio de 1965 viaja clandestinamente a Santander y toma contacto con Fabio Vázquez Castaño, máximo dirigente del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que inspirado en el M-26 cubano se había levantado en armas en 1964, procedente de la Juventud del Movimiento Revolucionario Liberal (JMRL), del Movimiento de Obreros, Estudiantes y Campesinos (MOEC) y residuos de grupúsculos armados liberales anteriores. (El cura Camilo Torres prefirió acercarse al ELN y no al revolucionario Bloque Sur del Partido Comunista de Colombia –marxista materialista ateo, no dialogante con cristianos–, que había constituido poco antes, también en 1964, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC.)
Renuncia a sus compromisos clericales orgánicos (pero no al sacerdocio, por supuesto) y en agosto de 1965 inicia la publicación del semanario Frente Unido, en cuyo primer número (Bogotá, 26 de agosto de 1965, página 3) inserta un «Mensaje a los Cristianos» absolutamente significativo:
«Mensaje a los Cristianos
Las convulsiones producidas por los acontecimientos políticos, religiosos y sociales de los últimos tiempos, posiblemente han llevado a los cristianos de Colombia a mucha confusión. Es necesario que en este momento decisivo para nuestra historia, los cristianos estemos firmes alrededor de las bases esenciales de nuestra religión.
Lo principal en el Catolicismo es el amor al prójimo. «El que ama a su prójimo cumple con su ley.» (San Pablo, Romanos XIII, 8). Este amor, para que sea verdadero, tiene que buscar eficacia. Si la beneficencia, la limosna, las pocas escuelas gratuitas, los pocos planes de vivienda, lo que se ha llamado «la caridad», no alcanza a dar de comer a la mayoría de los hambrientos, ni a vestir a la mayoría de los desnudos, ni a enseñar a la mayoría de los que no saben, tenemos que buscar medios eficaces para el bienestar de las mayorías.
Esos medios no los van a buscar las minorías privilegiadas que tienen el poder, porque generalmente esos medios eficaces obligan a las minorías a sacrificar sus privilegios. Por ejemplo, para lograr que haya más trabajo en Colombia, sería mejor que no se sacaran los capitales en forma de dólares y que más bien se invirtieran en el país en fuentes de trabajo. Pero como el peso colombiano se desvaloriza todos los días, los que tienen el dinero y tienen el poder nunca van a prohibir la exportación del dinero, porque exportándolo se libran de la devaluación.
Es necesario entonces quitarles el poder a las minorías privilegiadas para dárselo a las mayorías pobres. Esto, si se hace rápidamente, es lo esencial de una revolución. La Revolución puede ser pacífica si las minorías no hacen resistencia violenta. La Revolución, por lo tanto, es la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, que vista al desnudo, que enseñe al que no sabe, que cumpla con las obras de caridad, de amor al prójimo, no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente para unos pocos, sino para la mayoría de nuestros prójimos. Por eso la Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos. Es cierto que «no haya autoridad sino de parte de Dios» (San Pablo, Romanos XXI, 1). Pero Santo Tomás dice que la atribución concreta de la autoridad la hace el pueblo.
Cuando hay una autoridad en contra del pueblo, esa autoridad no es legítima y se llama tiranía. Los cristianos podemos y debemos luchar contra la tiranía. El gobierno actual es tiránico porque no lo respalda sino el 20% de los electores y porque sus decisiones salen de las minorías privilegiadas.
Los defectos temporales de la Iglesia no nos deben escandalizar. La Iglesia es humana. Lo importante es creer también que es divina y que si nosotros los cristianos cumplimos con nuestra obligación de amar al prójimo, estamos fortaleciendo a la Iglesia.
Yo he dejado los privilegios y deberes del clero, pero no he dejado de ser sacerdote. Creo que me he entregado a la Revolución por amor al prójimo. He dejado de decir misa para realizar ese amor al prójimo, en el terreno temporal, económico y social. Cuando mi prójimo no tenga nada contra mí, cuando haya realizado la Revolución, volveré a ofrecer misa si Dios me lo permite. Creo que así sigo el mandato de Cristo: «Si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconciliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda» (San Mateo V, 23-24).
Después de la Revolución los cristianos tendremos la conciencia de que establecimos un sistema que está orientado por el amor al prójimo.
La lucha es larga, comencemos ya...
Camilo Torres.»
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