EL DISCURSO PARADÓJICO.
El uso difamatorio de la desvalorización,
de la humillación,
de la denigración como entretenimiento,
de la polémica sistemática,
de colocarse como mártir para salir indemne y victorioso.
Preámbulo.-
El discurso paradójico: “Una forma de mensaje paradójico consiste en sembrar la duda sobre los hechos más o menos anodinos de la vida cotidiana. El socio termina por ser sacudido y no sabe ya quien tiene la culpa y quien tiene razón. Basta con decir por ejemplo que uno está de acuerdo con una propuesta del otro, mientras se muestra, a través de la mímica, que tan sólo es un acuerdo de fachada”.
“El discurso paradójico es una forma perversa de comunicación. Los perversos narcisistas y otras categorías de personalidades patológicas hacen un uso extenso de la misma. El discurso paradójico consiste en decir simultáneamente una cosa y su contraria, este es el mecanismo de base”.
El perverso narcisista dirá por ejemplo que ha firmado en forma pero en desacuerdo con el fondo.
Es interesante saber hasta que punto las personas consideradas equilibradas utilizan cotidianamente el discurso paradójico. Ejemplos: “Yo no quiero darte consejos, pero te los voy a dar aunque no estés de acuerdo”. “Si yo pudiera os ayudaría con placer pero no puedo”.
El discurso paradójico genera confusión a aquel que recibe simultáneamente los mensajes contradictorios. Al poner al otro en falso, el perverso adquiere una victoria; impone una derrota al otro. Lo pone en situación de fracaso.
Pero el discurso paradójico, y más generalmente las técnicas perversas, no son el atributo exclusivo de los perversos auténticos, ya que puede ser utilizado por personas equilibradas.
Lo que distingue por tanto a los perversos del resto de las personas es que no conocen otro medio de comunicación.
La ley con todo está representada por seres humanos,
más o menos conscientes,
más o menos concienzudos y
más o menos engañados.
Los jueces también pueden ser engañados. ¿Saben por quién? Pues por el manipulador. Cuando en un procedimiento se oponen una persona honesta y un perverso, si el juez siente que hay manipulación en el proceso, se da la paradoja que será de la persona honesta de quien va a dudar.
Solo si el proceso es de una cierta duración, podría ser que el juez comprendiera. Esta situación se da no porque el manipulador sea más astuto (que a veces lo es), sino porque, precisamente al no distinguir entre el bien y el mal, el perverso siempre piensa que tiene razón, en todo y convence. En cambio la víctima honesta llega a dudar de cómo ocurrieron las cosas y su culpabilidad.
Las señales características del perverso narcisista aparecen a medida del proceso de demolición iniciada sobre su víctima.
Estas señales son múltiples y variadas, y son el reflejo en espejo de una desvalorización de sí mismo que la comparación con la víctima hizo estallar y que compensa con un narcisismo encaminado a aliviarlo y protegerlo.
La perversión alterna con la perversidad.
Las características dominantes y recurrentes en el perverso narcisista son:
un espíritu vengativo,
una tendencia a la mitomanía,
a la paranoia,
un poder de convicción pudiendo implicar numerosos daños colaterales,
entre las que cabe destacar a las personas que se comprometen para él, un encarnizamiento importante.
Además quiere dar la imagen de él de un mártir,
Perseguido por la persona a la que él ha determinado a eliminar definitivamente de las escenas sociales, privadas y profesionales.
Es capaz de desplegar una energía desproporcionada que
debe transgredir las tierras de sus víctimas,
expoliar sus jardines secretos,
sembrar las semillas de la discordia,
de la sospecha en su ambiente,
en definitiva
practicar la política de la tierra quemada,
para salir indemne y victorioso.
El perverso narcisista
practica la confusión de los límites entre sí y otro.
Incorpora las cualidades del otro,
se las asigna grandiosamente para atenuar su debilidad.
Estas cualidades convenientes, son las que niega a su verdadero dueño.
La seducción es un aspecto crucial de esta estrategia.
La seducción perversa se hace utilizando los instintos protectores del otro. Esta seducción es narcisista: se trata de buscar en el otro el único objeto de su fascinación, es decir la imagen amable de uno mismo. A través de una seducción de dirección única, el perverso narcisista pretende fascinar sin dejarse tomar. Para J. Baudrillard, la seducción conjura la realidad y manipula las apariencias. No es energía, está en el orden de las señales y de los rituales y de su uso maléfico.
La seducción narcisista hace que la realidad se vuelva confusa, borra los límites de lo que es uno mismo de lo que es el “otro”. No se trata de una seducción amorosa, ya que esta se instaura en el registro de la enajenación –en donde la idealización enamorada, para mantener la pasión, se niega a ver los defectos o los fallos del otro- , en cambio la seducción perversa está en el registro de la incorporación con el fin de destruir. La presencia del “otro” se vive como una amenaza, no como una complementariedad. (Marie-France Hirogoyen, “el Acoso Moral”, página 94).
La comunicación perversa está al servicio de esta estrategia. En primer lugar se hace de falsas verdades. En consecuencia, en el conflicto abierto, el perverso recurre de forma manifiesta y sin vergüenza, a la mentira más gruesa.
Sea lo que sea que se les diga, los perversos encuentran siempre un medio de tener razón. Mientras que la víctima, ya desestabilizada no encuentra, al contrario de su agresor, ningún placer en la polémica. El desorden inducido en la víctima tiene como consecuencia la confusión permanente entre la verdad y la mentira. La mentira en los perversos narcisistas solo se vuelve directa en la fase de destrucción, como podemos verla en el capítulo siguiente. Es entonces una mentira menospreciando toda evidencia. Es ante todo y sobre todo una mentira convencida que convence al otro. Sea cual fuere la enormidad de la mentira, el perverso se cuelga y termina por convencer al otro. Verdad o mentira, eso importa poco para los perversos: lo que es verdadero es lo que dicen en el momento.
Estas falsificaciones de la verdad son a veces muy próximas a una construcción delirante. Todo mensaje que no se formula explícitamente, incluso si es transparente, no debe ser tenido en cuenta por el interlocutor. Puesto que no hay rastro objetivo eso no existe. La mentira corresponde simplemente a una necesidad de ignorar lo que va en contra de su necesidad narcisista. Es por ello que se ve a los perversos rodear su historia de un gran misterio que induce una creencia en el otro sin que nada se haya dicho: ocultar para mostrar sin decir.
Empleo de la paradoja: Al bloquear la comunicación por mensajes paradójicos, el perverso narcisista coloca el tema en la imposibilidad de proporcionar respuestas convenientes, puesto que el interlocutor no comprende la situación. El receptor de la paradoja, se agota intentando encontrar soluciones, las cuáles son en cualquier caso inadecuadas y, cualquiera que sea su resistencia, no puede evitar la aparición de la angustia o la depresión (Marie-France Hirogoyen, “El Acoso Moral”, “La comunicación Perversa”, página 111).
El perverso narcisista se distingue del perverso sexual por el lugar de la negación.
En el caso de los perversos sexuales, hay una negación del sexo de la mujer. En cambio los perversos narcisistas, niegan a la mujer toda entera como individuo. Encuentran placer en todas las bromas que vuelven a la mujer como objeto de burla. Eso puede ser fomentado por la complacencia de los testigos:
En un “talk show” de la cadena americana NBC, una joven pareja debía discutir en público del siguiente problema: “no me soporta porque no soy una top model”. El joven hombre explicaba que su amiguita –la madre de su niño- no era como la habría deseado: delgada, sexy, y que sus dientes y sus senos eran imperfectos, y por tanto no era deseable. Su modelo de referencia era Cindy Crawford. Se mostró tan despreciativo que su mujer se fundió en lágrimas. No tuvo la menor emoción, ni un movimiento hacia ella. (Marie-France Hirogoyen, “El Acoso Moral”, página 106).
Principio de realidad. El perverso narcisista no se interesa por la realidad, sino por el puro juego de las señales lingüísticas. Para él, la ley es la de su deseo, en el momento. El perverso narcisista, lo dijimos, gusta de la controversia. Es capaz de apoyar una opinión un día y defender las ideas opuestas el día siguiente, justamente para hacer renacer el debate o, deliberadamente, para chocar. (Marie-France Hirogoyen, “El Acoso Moral”, página 108).
Como alteración del principio de la realidad hay que decir que la lingüística moderna que expulsa el referente parece darle todos los derechos al manipulador. Esto le permite todas las negaciones, las negativas a ver (en los textos históricos o míticos) a las víctimas, reconocer las masacres, los genocidios y a las cabezas de turco.
Esta desaparición contemporánea de lo real, es aprovechada por el perverso y favorece la “banalización del mal”. Hay una introyección de la culpabilidad en la víctima: “todo es mi culpa”, y, para el perverso narcisista, un proyección fuera de sí mismo rechazando la culpabilidad y poniéndola sobre el otro: “es su culpa” (Marie-France Hirogoyen, “El Acoso Moral”, página 112).
El otro solo tiene existencia en la medida en que se mantiene en la posición de doble que se le asigna. Se trata de destruir, negar toda diferencia. El agresor establece esta relación de influencia para su propio beneficio y en detrimento de los intereses del otro. La relación con el otro se coloca en el registro de la dependencia, dependencia que se asigna a la víctima, pero que quien la proyecta es el perverso.
Cada vez que el perverso narcisista expresa conscientemente necesidades de dependencia,
se las arregla para que no se pueda satisfacerlo:
o la demanda supera las capacidades del otro y el perverso aprovecha,
entonces para señalar su impotencia,
o la demanda se hace en un momento donde no se puede responder.
El perverso solicita el rechazo ya que eso lo tranquiliza de ver que la vida es paraél como siempre había sabido que era. (Marie-France Hirogoyen, “El Acoso Moral”, página 115).
En la fase de influencia, la acción del perverso narcisista sobre su víctima es esencialmente inhibir su pensamiento. En la fase siguiente, él provoca en ella sentimientos, actos, reacciones, por un mecanismo de prescripción. Si el otro tiene suficientes defensas perversas para jugar el juego de la escalada, se establece una lucha perversa que solo se terminará por la rendición del menos perverso de los dos. El perverso intenta a su víctima a actuar contra él para a continuación poder denunciarla como “mala”. Lo que importa, es que la víctima parezca responsable de lo que luego le va a ocurrir. (Marie-France Hirogoyen, “El Acoso Moral”, página 122).
La originalidad y la desdicha del narcisismo patológico vienen de que este narcisismo exacerbado se construye sobre un vacío. El perverso va a odiar y a destruir lo que le gusta y busca intensamente. El problema del perverso narcisista consiste en remediar su vacío. Para no tener que enfrentar ese vacío (lo que sería su curación), el Narciso se proyecta en su contrario. Se vuelve perverso en el primer sentido del término: ya que se desvía de su vacío (mientras que el no perverso se enfrenta a ese vacío). De ahí su amor y su odio hacia una personalidad maternal, la figura más implícita de la vida interna. El narciso tiene necesidad de la carne y la sustancia del otro para llenarse. Pero es incapaz de alimentarse con esa sustancia carnal, ya que no dispone de un principio o mínimo de sustancia que le permitiría acoger, apropiarse y hacer suyo la sustancia del otro. Esta sustancia se convierte en su poderoso enemigo, porque le revela el vacío a sí mismo. Los perversos narcisistas experimentan un deseo muy intenso respecto a las personas que parecen poseer las cosas que ellos no tienen o que simplemente obtienen placer de su vida. La apropiación puede ser social, por ejemplo seducir a un socio para que la presente e introduzca en un medio social que se envidia: alta burguesía, medio intelectual o artístico… El beneficio de esta operación es poseer a un socio que le permita acceder al poder. Una vez conseguido esto, combaten a continuación el aprecio a sí mismo del socio y la confianza en sí del otro, para aumentar su propio valor. En definitiva, se apropian del narcisismo del otro.