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En 1928, nace en Valencia, estado Carabobo, Aldemaro Romero, uno de los músicos más versátiles de nuestro país en el siglo XX.
En 1928, nace en Valencia, estado Carabobo, Aldemaro Romero, uno de los músicos más versátiles de nuestro país en el siglo XX.
Compositor, arreglista, pianista, y director de orquesta, compuso desde música caribeña, jazz y valses venezolanos, hasta obras sinfónicas de gran envergadura. Es el creador de un estilo de música venezolana llamado la "Onda Nueva", derivado del joropo e influenciado por la bossa nova. En 1979 funda la Orquesta filarmónica de Caracas, de la cual fue su primer conductor.
taima: Me hallaba trabajando un poco mi blog, encontré que, en esta misma fecha, pero en 1928, había venido al planeta un niño a quien llamaron Aldemaro. Buscando más acerca de su vida hallé su blog -por casualidad- toqué a su puerta, quise desarle un feliz cumpleaños y nadie me contestó, por ahora, así que copié este hermoso texto de él, con foto y todo...a todas y todos, para eso debió haberlo escrito...¿no? Razón tenía Kotepa Delgado en su: "escribe que algo queda".
Panchito Mandefuá
lunes, diciembre 29, 2008
Estado de ánimo actual:esperanzado/a
Categoría: Literatura y poesía
Los niños de la calle
José Rafael Pocaterra, el de Memorias de un venezolano de la decadencia, Vidas oscuras, Tierra del sol amada, La casa de los Abila... bautizó con el nombre de Panchito Mandefuá al niño de la calle, 'granuja billetero, nacido de cualquiera con cualquiera en plena alcabala, chiquillo astroso.
Pocaterra hoy hubiera llamado a ese mismo niño Panchito Pega Pega. Ese no tiene padre, no tiene madre, e igual que Panchito, el original, inventa su propio apellido porque no sabe por qué vino al mundo, ni a qué vino.
El niño de la calle, igual que ayer, va calle arriba y calle abajo buscando el pan, robando, huyendo de la policía y saliendo en la oscuridad como las ratas.
Panchito Mandefuá vendía billetes, ganaba para ir al cine y comer frutas. En la noche de Navidad, cerca del Teatro Municipal había vendido cinco números enteros y seis décimos. Había ganado ochenta y seis centavos, la sola tarde después de haber corrido y 'chuchado'.
Panchito Mandefuá, sin papá ni mamá, trabajaba, se divertía y vivía, pero el Panchito Pega Pega de hoy no trabaja, no se divierte, no va al cine, no tiene novia... Panchito conoce a Margarita, muchachita de la calle como él y la convierte en su protegida, el Panchito Pega Pega de hoy desconoce estos sentimientos porque vive hundido en el mundo de la droga, cargado de odios y rencores, con el cuerpo lleno de cicatrices, con un punzón en el bolsillo y un paquete de billetes sucios apretados en la mano izquierda, mostrándolos a los transeúntes, como un reto para que le den algo.
Panchito Mandefuá se sentaba comiendo maní en el viejo Metropolitano a ver las películas de detectives. Panchito Pega Pega fabrica sus propias películas.
Se acerca a los automóviles, ataca a los transeúntes, raya los vehículos cuando no le dan plata y luego, se queda en la calle tirado sobre la acera, o en la 'isla' de la avenida céntrica durmiendo o haciéndose el dormido. El medio cuerpo desnudo, el pantalón roto y sucio, los ojos vidriosos.
Panchito Mandefuá vivía feliz dentro de su pobreza. Iba al circo y al cine y se enamoró de Margarita, cuando a ella se le cayó la bandeja de dulces y empezó a llorar porque la familia que 'la recogió' la iba a castigar.
Panchito le compró a Margarita toda una bandeja de dulces, para que no le pegaran en la casa. Y como todo un caballero llevó él mismo la bandeja. Cuando llegaron al zaguán ella le preguntó:
_¿Cómo te pago yo? Panchito, se puso colorado y según Pocaterra le dijo:
_Si me das un beso.
_¡No, no, es malo!
_¿Por qué?
_Gua, porque sí... Así lo cuenta José Rafael y así fue. Le dieron el beso. Marchó contento. Pensaba en su cena: hallaca de a medio, un guarapo, café con leche, tostada de chicharrón... Pero cuando dentro de su mundo de sueños cruzaba hacia San Pablo, allí donde está el Teatro Municipal, lo mató un carro.
Y el gran José Rafael Pocaterra termina la historia con estas palabras: 'Y así fue a cenar en el Cielo, invitado por el Niño Jesús esa Nochebuena, Panchito Mandefuá...'
Pocaterra hoy tendría que contar distinta la vida de Panchito Pega Pega. No trabaja, roba, que es diferente. Si conoce a Margarita, no la ayuda, termina de quitarle los dulces y la incorpora a su grupo, para que como él se dedique al atraco y con otras niñas callejeras a la prostitución.
El amigo Heraclio Atencio Bello en su libro Pobreza, reto del siglo XXI publica los datos de Unicef sobre la pobreza infantil en Venezuela. Y ellos son los siguientes. '48 mil se han dedicado a la prostitución; 600 mil han desertado del sistema educativo; un millón se dedica a trabajar; más del 25% padece de desnutrición, lo que ha aumentado los índices de mortalidad cerca de un 24%; y, además, la población infantil en condiciones de pobreza es vulnerable a las enfermedades, las drogas, el alcohol, el abandono, la delincuencia y la vida en retenes'.
Con estas cifras, ¿cómo es posible que los políticos en Venezuela, que están en el poder (especialmente los que 'se ocupan' de la infancia abandonada y de la juventud), puedan celebrar unas Navidades tranquilas, en la casa 'con hijos sanos y gordos'. Dentro de una escenografía de arbolitos, nacimientos con globos y bombillitos?
Panchito Mandefuá trabajaba, amaba y soñaba. Por eso se fue a cenar con el Niño Jesús. Panchito Pega Pega, ante una sociedad indiferente, perdió su condición humana. Por eso nadie lo invita a cenar... Así son las cosas.
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