La necesidad de crear una teoría general del conflicto en América Latina y para América Latina consistiría inicialmente en reconocer “las inadecuaciones y diferencias existentes entre las teorías y conceptualizaciones originadas por las sociedades occidentales y las diferencias o inexistencias de teorías y conceptos concebidos en sociedades no-occidentales ” [Abdel-Malek: 39,1975] . Igualmente, la disfuncionalidades del Estado y las instituciones, los conflictos originados por las diferenciaciones entre la estructura social y su actores, los constantes y recurrentes procesos revolucionarios, los diferentes conflictos interétnicos que se suscitan en el día a día de la América Latina del siglo XXI, el malestar psicológico y cultural que deviene del roce con las estructuras sociales impuestas y la eterna disfuncionalidad político-social no pueden ser explicadas con una causa eficiente sustentada única y exclusivamente en la luchas de clases propuesta por Marx . Así vemos como la realidad de América Latina “demuestra que no toda la historia está hecha de lucha de clases” [Darcy Ribeiro: 26-37 1984] y que es menester revisar con mayor especificidad y cuidado aquellos hechos históricos que ocultan el verdadero origen del conflicto. Empero, no negamos la existencia de una lucha de clases para nuestros días y creemos que por medio de las llamadas “leyes de igualación” se pudiera entender que ---- aunque la forma no dé cuenta de un origen único ---- si decantaría que la función y los efectos sobre la sociedad sean los mismos, es decir: entendemos que ya concretada la dominación occidental sobre el continente se hallan sintetizado igualmente como parte de ese mismo paquete los conflictos al mismo estilo de una sociedad capitalista originaria, pero se omite en esa visión occidental ---- al hacerse latente ---- la existencia del mal estar cultural, la guerra de resistencia librada por sus pobladores indígenas y las diferencias en dos formas de pensar y aprehender el mundo que se contraponen abiertamente y se complejizan al instaurarse todo un sistema de dominación sustentado en la represión y la socialización que no terminan de corresponderse entre sí y que no incluyen a la totalidad de sus representados. Consideramos por ello que estas distraídas explicaciones teórico-epistemológica son parte del conformismo intelectual y de hecho producto de la dominación occidental que se desmoronaría por la complejidad que encierra simultáneamente la discusión que advierte sobre las diferencias entre diferentes formaciones sociales y la supuesta coexistencia y transito entre “sociedades tradicionales” y “sociedades modernas” [Cardoso Faletto :1967, Cap II) , las cuales igualmente develarían una evolución lineal no dialéctica que admitiría también la existencia de un estado hibrido intermedio que finalmente se fraguaría como una “sociedad moderna” [Cardoso Faletto: 12, 1967), pese a esto, dicho “hibrido” no sería considerado como un eslabón intermedio; sino como un estado social último o totalmente distinto donde permanecerían pobladores diversos tanto de Europa como de África y América, donde se involucrarían constantemente choques entre diversas culturas y diferentes sistemas de valores que bien pudieran haberse engendrado en el curso del proceso de cruce social que cambiarían el curso de la historia, pasando desapercibida por la insistencia teórica occidental de ser el modernismo el único y exclusivo destino de todas las sociedades del mundo. Intentaríamos deciros, que sería y és necesario un análisis que diera cuenta en un principios de la necesidad de un rompimiento con el “dualismo estructural” planteado inicialmente en Cardoso y Faletto que no es considerado en la Teoría Social Clásica y que en consecuencia directa se pudiera acabar igualmente con tal dualismo para celebrar el nacimiento de una nueva sociedad que no sería ni una cosa ni la otra y que para los efectos de nuestra tesis ablandaría notablemente buena parte de los aportes de las teorías clásicas del conflicto y obligaría a reformular un nuevo orden que bien pudiera ser un hibrido muy complejo. La tarea en este primer nivel de ideas sería revisar y reconstruir en parte todo el origen del conflicto que resguarda tiernamente los procesos histórico-sociales del continente antes de poder admitir aquellos conflictos originados por la explotación del hombre por el hombre y dar paso a los problemas estructurales producto de la dominación extranjera ejercida con los aparatos ideológicos de los gobiernos en las universidades, los dogmas judeo-cristianos de las iglesias apostólica y romana, las industrias trasnacionales, los cuerpos de represión militar y civil y el lacayismo propio de las clases burguesas instauradas y atrincheradas en estos centros de las grandes capitales que son o fueron teledirigidos desde países centrales, desconociendo totalmente la existencia de pobladores indígenas e implantando por la fuerza sin ninguna participación democrática todo un sistema de dominación vertical, clasista excluyente que no da respuestas a las demandas socio culturales de sus mayorías. Creemos por lo tanto que la génesis en su etapa embrionaria involucraría igualmente la acumulación de nuevas variables con independencia total de unas y otras que no estarían y quizás no pudieran estar nunca teorizadas con anterioridad alguna y exigirían el surgimiento de nuevos elementos y aforismos conceptuales únicos e irrepetibles, de nuevas generalizaciones expresables en lenguaje común que revelarían una auténtica imagen de la sociedad latinoamericana y dieran una imagen fiel de la naturaleza de su conflicto. Como vemos, para el siglo XXI se harían más intensos los desfases epistémicos tanto en las teorías clásicas del conflicto social aplicado a las sociedades occidentales como en sus aplicaciones sobre América Latina, Asia y África [Abdel-Malek, 1975]. Así nuevos procesos sociales relacionados con la caída y pérdida de la hegemonía capitalista en el mundo y la emancipación de América del sur y África reavivaría la creación de nuevas teorías nunca antes conceptualizadas y desfasarían la universalidad de la teoría social clásica del conflicto. Las nuevas generalizaciones requerirían por lo tanto reparar las viejas diferencias de la teoría clásica del conflicto y la elaboración de nuevos conceptos y categorías que dieran al traste con las nuevas civilizaciones y las llamadas civilizaciones emergentes mencionadas por Darcy Ribeiro. La complejización de dichas conceptualizaciones serían un devenir lógico de las nuevas relaciones sociales y estarían obligadas a profundizar en detalle sobre los aspectos culturales de los indígenas y de los colonos de cada una de las regiones o países del continente, así como demandaría mayor especificidad en las formaciones de las clases sociales con respecto a las actividades generadas de la explotación de sus recursos naturales y tendrían que admitir en sus intersticios la posibilidad real de un complejo análisis transversal del conflicto que no es posible con la teoría marxista.
Otra de las dificultades la encontraríamos en la superación de obstáculos producto de la universalización del aparato conceptual de las ciencias sociales, de la hegemonía económica, política, cultural, científica, tecnológica, militar de Europa y de occidente [Abdel-Malek: 40,1975] ante el descalabro de los socialismo realmente existentes y el surgimiento en el siglo XXI de movimientos indígenas y de nuevas tendencias izquierdistas iniciadas a partir de los años 90 en América Latina que echarían por el suelo la posibilidad de un mundo unificado y de por sí una sola generalización para todas las sociedades del mundo. La tendencia de la universalización del aparato conceptual en las ciencias sociales se vendría definitivamente abajo con el inicio del fin de la hegemonía norteamericana, el mundo bipolar y del fin del fin de la historia. Así mismo, serían hechos reales los que depondrían la hegemonía epistemológica occidental y repuntarían nuevamente la necesidad de nuevas generalizaciones y el desuso de la “doble verificación” ante la inadecuación emergente; y “La respuesta nos la proporcionaría el mismo campo de las sociedades diferentes” [Abdel-Malek: 41,1975] que necesitarían por un lado del análisis económico y la lucha de clases sin que tengan que ser considerada éstas como el único motor de la historia como mencionamos antes. Esta realidad histórica acabaría además con la arcaica práctica de la verificación ideal, aquella donde el investigador solía hacer la verificación en América Latina pero con la cabeza en Europa sin tomar en cuenta nuevas realidades que pasarían desapercibidas o serían oscurecidas y escondidas tanto por la falta de especificidad espacio temporal de la teoría misma como por la gran influencia ejercida por pensadores conocidos académicamente como autoridad dentro de los clásicos de la sociología. Ante esto, Abdel-Malek señalaría que todas estas diferencias y analogías demostrarían “qué grande es la confusión y cómo el encarnizamiento de unos mezclados con el agotamiento de los otros no haría más que oscurecer la comprensión del movimiento real de las sociedades contemporáneas” que han sido “invitadas a vaciarse en el molde de las sociedades occidentales” para construir un mundo teórico universal a su imagen y semejanza. Por lo tanto, la aventura de construir modelos teóricos suele brillar por su ausencia porque los niveles de complejidad actual pueden rebasar con facilidad la capacidad real de comprenderlos y porque el trabajo de desciframiento chocaría de frente con la resistencia al cambio y el anclaje intelectual, así como involucraría el tener que lidiar con la reproducción constante de las teorías euro-céntricas en los centros de estudios latinoamericanos y por el tropiezo contra todas las corrientes hegemónicas capitalistas que impondrían sus dominios en esta área. Vemos entonces como la sociología del conflicto como organismo de mayor sensibilidad y pertinencia ante tales denuncias sería del mismo modo hija predilecta del pensamiento occidental. Desde el siglo XVII hasta el siglo XX la teoría social en su conjunto no sería otra cosa que la constitución de toda la historia europea moderna, de sus luchas, sus ideas y sus filosofías reproducidas constantemente en nuestras universidades y avaladas al mismo tiempo por el concepto de cientificidad que mantendría atrapado a buena parte de nuestros intelectuales. De igual manera, el núcleo duro de todo el conocimiento occidental sería el acopio selectivo de un proceso histórico de más de cinco mil años que ha desarrollado un sistema metodológico capaz de simplificar lo complejo y complejizar lo simple con el sólo fin de dominarlo. Se revelarían con esto argumentos la intolerancia ante lo diferente y lo distinto que haría florecer una imagen distorsionada de América Latina que habría que mutilar y despreciar por no corresponderse con los tipos puros de teorización existente; así la sociología clásica del conflicto como la teoría social clásica en general sería una “herencia sospechosa” [Abdel-Malek:1975] que demandaría también nuevas expresiones lingüísticas que permitirían expresar realidades “glocales” no expresables ni convertibles con el lenguaje científico occidental [Abdel-Malek:54-55,1975]; previendo además con ello el carácter de irreductibilidad que se evidenciaría en casos como Brasil en Suramérica, que aunque compartiría una historia común con el continente sería el único país que hablaría una lengua distinta al castellano y demandaría por ello una mayor sensibilidad lingüística cultural. Aunado a esto, la teorización existente se hallaría también totalmente inoperante frente a la complejidad estructural del continente que brillaría por sus coloridas expresiones culturales no operacionalizables con los elementos y conceptos propios del pensamiento occidental. El reto en este sentido rondaría asimismo la ya resuelta pero confusa relación entre lo general y lo específico que limitaría la posibilidad de agrupar a todos los países de América Latina bajo una sola categoría conceptual que Abdel-Malek identificaría como “naciones nuevas” que no serían ni sociedades puramente capitalistas ni sociedades puramente socialistas. El asunto a nuestro entender rimaría en este sentido y a diferencia de lo expuesto por Abdel-Malek en considerar dichas formaciones sociales con conceptos con grados diferenciales a los conocidos como “Estado-nación” o como “formación-económica-social” muy trilladas en el marxismo para dar paso a un estudio sensible de la causa eficiente de la América pre-colombina y de nuevas formas de existencias social ocultas bajo pesados bastidores de la sociología occidental. América Latina sería por lo tanto a partir del siglo XV azotada inicialmente por los imperios españoles, ingleses y portugueses que intentarían y lograrían parcialmente acabar con sus prácticas culturales y sus formas de existencia, exterminando a sus pobladores originarios e introduciendo nuevos pobladores y culturas más acordes con sus filosofías de vida, los cuales se ejecutarían simultáneamente con la construcción de la Europa capitalista y de América del Norte [Abdel-Malek: 113,1975] Sin embargo, la erradicación étnica de Incas, Mayas y Aztecas entre otros sería verdaderamente brutal pero no absoluta, así para 1965 América contaría con 65,7 millones de pobladores indígenas [Darcy Ribeiro: 26,1972] y se cree según citas de este mismo autor que antes de la conquista europea existieren entre 70 y 88 millones de pobladores que fueron reducidos a la dramáticas cifras de 3.5 millones en un período muy breve de tiempo, el cual manifestarían situaciones conflictivas muy pronunciadas y opacarían que tanto las causas del conflictos como sus efectos culturales permanecerían latentes hasta nuestros días y teóricamente mal explicados.
Bibliografia:Abdel-Malek Anouar. “La dialética social” La restructuración de La teoria social y de La filosofia política. Siglo XXI Editores. 1975.
Cardoso, H. / Faletto, E., Faletto Enzo. "Dependencia y Desarrollo en América Latinas “siglo XXI Editores Argentina / México. 1969.
Díaz Rangel Alberto. “La oligarquía del dinero”. 3era Edición Editorial Fuentes, Caracas 1972.
Ribeiro Darcy. “Configuraciones” primera edición en español Secretaria de Educación Pública sep/setentas, sur 124, No 3006, México 13, Varias ediciones D.F. 1972.
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